Algo más de una semana llevábamos navegando, con ganas ya de encontrarnos en alta mar con la nao de "El Can", sobre todo por saber que tripulación llevaba.
"Barco a la vista... " , gritaron desde el palo mayor.
¿ Sería el temido en la isla, corsario del garfio en la derecha?.
"¿Que pabellón tiene?", increpé al vigía.
"Una bandera tricolor", contestó.
"¿No lleva otra roja con herramientas?", pregunté.
"No, lleva... una verde con pajaritos y flores, una fuente y muchos caminos", me dijo el vigía.
"Entonces es la nave de Paulin Barbalarga, con cuatro gatos a bordo", le dije al contramaestre.
"El capitán lleva un gorro de pelo largo y una gran bufanda gris...", continuaba el vigía.
"No es un gorro, son sus melenas y no es bufanda, sino una larga barba gris", comenté con el contramaestre.
"No hay duda, es Paulín", dijo éste.
La tripulación en pleno subió a cubierta a comentar el barco avistado.
"Nos va a quitar parte del botín", comentaban algunos.
"No va a ser capaz de entrar en la fortaleza", decían otros.
Pero en realidad, la gente no estaba muy contenta, por que en el fondo, todos habíamos abrigado la esperanza de que Barbalarga no sería capaz de fletar ningún barco en esta ocasión.
De todas formas, los lugareños que apoyaban siempre a Barbalarga, no nos habrían apoyado a nosotros aunque él no se hubiese hecho a la mar.
"¿Lleva mujeres en la tripulación?", preguntamos al vigía.
"Sus parientas", contestó.
"Ya, pero mujeres al fin", pensamos todos. "Entonces pasa el control del Tribunal de asaltos".
"A lo mejor no son suficientes...", decía el Contramaestre.
"De haberse embarcado, es por que las tiene", dijo alguien de la tripulación.
"Capitán, ¿ me acerco al barco?", preguntó el timonel.
"Manteen el rumbo", contestamos todos al unísono.
Y enfilamos hacia el puerto de Gutemberg a recoger las etiquetas con los retratos de la tripulación, para pegarlas en las botellas de ron que teníamos pensado repartir entre los isleños, a fin de que nos ayudasen a a asaltar el castillo. También nos habían encargado algunos retratos míos y de la tripulación en grande, para clavarlos en las puertas de la Ínsula. De esta forma los lugareños sabrían quienes eramos.
1196. Diario en tiempo de coronavirus
Hace 4 años
2 comentarios:
reitero,que genial lo de la narrativa...yo ,me lo plantearia..me tiene intrigada con la proxime entrega.igual de enganchada que a la fea,aun sabiendo el final...
gracias anónimo. Sin duda que lo ves con buenos ojos, pues a mí me empieza a parecer un poquito ladrillo. Aún así habrá que continuar. Chao
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