miércoles, 19 de septiembre de 2007

La vieja descalzadora

Ahora, como no tengo mucho que hacer, estoy tapizando una vieja descalzadora que la chica con la que salgo salvó de un cruel destino al que estaba sentenciada por su propietaria, una compañera suya que, a su vez la había heredado de su abuela, no sabemos si materna o paterna, peru abuela en definitiva. Aquello era como la chalupa del diario de abordo, una lástima. Se ha tirado en brazos de morfeo la friolera de 24 o 36 lunas en un rincón de la cuadra de mi automóvil y, por fin, al bajar a guardar el diario de abordo, recien finalizado, en el sitio de los trastes de dudosa utilidad, la vi y me dije : ¡ya tengo ocupación!
La estoy quedando niquelá y una vez casi terminada, según la miro me da un pálpito y pienso que, con algún retouqe más, podría pasar por otro tipo de sillón, de más altos cometidos que descalzarse. Yo la voy a poner de momento en mi salón, pero a lo mejor dentro de algunas lunas (bastantes) la dono para el patrimonio público del pueblo.
Tengo que enterarme si la donación se puede hacer con inquilino, por que si es así, ya tengo hasta pensado a quien sentar en tal trono antes de que el camión de la cuadrilla municipal se la lleve para el consistorio.
Oye, " a lo mojó" (como dice Zaplana), con la descalzadora hacemos mejor viaje que con la chalupa ¡quién sabe!