lunes, 21 de diciembre de 2009

San viernes 18 y la jodía manía de peregrinar

Por aquello de que no solo de pan vive el hombre, hoy voy a relatar al margen de la política (que como es obvio seguimos en exclusiva los cuatro tontos de siempre),como la vida sigue en Moralia o, mejor dicho, en Zambombalia City (nombre que, como ya sabéis, adoptamos durante estas fechas). Y la vida "civil" sigue en Moralia sin desviarse ni un palmo de los mismitos patrones de todos los años. Habrá crisis hogaño, no te digo yo que no, pero el caso es que el pasado viernes estábamos de cena y luego tomando a saco los garitos nocturnos, como antaño, los mismos de siempre. Los de Cetarsa, los maestros y profesores de todos los Centros Educativos, los de varias empresas de Zambombalia (incluso de construcción como todas las navidades), yo juraría haber visto a gente de Fuentecapala (que bien merecido se lo tienen), los de las Escuelas y Clubes deportivos, los de las Residencias de ancianos, los de la Caja, los del Centro de Salud, que aquí se empeñan en seguir llamándole Ambulatorio... y como no: los del Hospital. Seguro que me dejo muchos en el tintero, a juzgar por la marabunta de gente que andábamos de sitio en sitio, a pesar incluso del puñetero frío que hacía esa noche, como suele ser habitual.
Las chicas con manga corta o sin manga debajo de los suntuosos abrigos y chaquetones que requiere la ocasión y que nunca sabes donde colgarlos en los tugurios. En una mano el bolso de fiesta y en la otra la cámara digital que no cabe en el primero. Unos con gorros de Papa Noël, otros con cuernos de alce, algunos con antenas de muelle terminadas en brillantes bolitas, casi todos con un vaso de tubo en la mano, para lo que nosotros si llevásemos lo de ellas, necesitaríamos una tercer brazo. Algunos, como los de Cirugía, haciendo de Go-go's en "La Suite", en fin... como todos los años, en definitiva. Todos intentando hacernos sitio en los locales nocturnos entre los habituales de los fines de semana, los jóvenes, que van a su bola con infinita más normalidad que nosotros, o si me apuras sin hacer el payaso como lo hacemos quienes, año tras año, necesitamos la escusa de las Cenas de Empresa para salir a desmadrarnos ( o eso es lo que pensamos antes de acudir) y terminar indefectiblemente como los restos del naufragio, a eso de las cinco y pico de la mañana, haciendo tiempo ya para los churros del Halcón, Tomás Madrigal y algún colega Celador, Dionisio el médico de Majadas, algunas compañeras mías solteras y un servidor, que siempre me ha gustado ser de los últimos en abandonar estas celebraciones.
Esta es la parte golfa de la fiesta. La fiesta en sí. La parte "edificante" es cuando el sábado, tras levantarte con una cara de paqué, casi afónico, con la garganta reseca, una mijita de cefalea por haber "dormido poco", con el estómago trabajándose aún los medallones de ibérico con salsa de roquefort, inundados por los respectivos brugal con limón de rigor y acompañados por las dos porras con café, en el mejor de los casos te pones un café (este ya casero) o una manzanilla si la cosa está muy prieta y, mientras se deshace la sacarina, comienzas la evaluación del evento. Y digo en el mejor de los casos, pues en otros muchos, en lugar de en la cocina, la evaluación la haces en el curro al que te has ido directamente desde el Boheme, tras darte una rápida pero "reparadora" ducha en casa. Yo lo he hecho muchas veces.
Y ahora es cuando dices: "Ya hice otra vez el canelo. Pero vamos a ver, si al terminar de cenar en los Arcos nos bajamos a la cutre-discoteca (que solo se abre en estas ocasiones) y estábamos tan agustito con la Carrá y con el automático puesto, uno palante otro patrás, uno pa un lao otro pal otro y encima cuando te cansabas te sentabas a repostar en los cutre-silloncitos... con tu abrigo puesto en el respaldo, a qué coño tendría yo que irme a peregrinar de local en local, sufriendo las inclemencias del tiempo y el bajaros que voy a aparcar a tomar por culo del Boulevard, para al llegar a éste asomarte y decir vámonos a la Suite que aquí no se cabe"
Porque claro, en el Boulevard no se cabe, pero en La Suite entras de costado, esquivando los vasos del personal, tocando involuntariamente mas de una teta, pisando algún que otro zapato ajeno, huy perdón, cuelgas los abrigos como puedes en la repisa de los vasos, te haces un hueco en la punta... con el sitio que teníamos en la otra. Y lo malo es que cuando ya se va despejando un poco el asunto, que puedes hacer algún exceso con el automático, justo entonces, alguien dice "vámonos a otro, que este ya va decayendo". Ala, otra vez a peregrinar, otra vez a pasar frío,"¿a cual vamos?" alguien dice "al Boheme". Vale, todos pa el Boheme. Huy mira, hay sitio. Hay "ambiente" pero hay sitio. Pones otra vez el automático, te descojonas un rato con unas figurillas obscenas que encuentras por allí de algún otro grupo de peregrinos que se las han dejado... Pero claro, ya son las cuatro y media y empieza el desfile: "Bueno yo me voy que estoy de mañanas" "Yo voy con éstas a recoger las maletas al coche de la otra para llevarlas a casa de fulanita" "Esperaté que yo os llevo" (complejo de taxista)" Vosotras esperaros aquí que ahora volvemos". Y al volver... "no te quites el abrigo que nos vamos al Boulevard". Y claro, por fin hay sitio allí, a las cinco de la mañana... Los restos del naufragio que decíamos antes. Cuando te quieres dar cuenta hora de los churros. Ala, pa casa y lo demás ya lo conocéis.
Que verdad es el dicho de que el hombre (y la mujer) es el único animal que siempre tropieza dos veces en la misma piedra.
Y entre café y resaca te haces el firme propósito de que al año que viene no te meneas de Los Arcos. Bueno, pues ya verás como, cuando llegue el momento, vuelves a peregrinar cual pinguino emperador entre las gélidas escarchas de estas fechas. "C'est la vie".