martes, 25 de diciembre de 2007

"Cotidianidaz(d) navideña"

A medida que te vas haciendo mayor, cada año hay algún hecho que estropea un poco o empaña las Navidades, esas fiestas tan entrañables al margen de creencias o mejor dicho descreencias religiosas y aún a pesar de la visión anticapitalista de estas celebraciones que uno intenta tener.
En estas fechas, te guste o no, todo se inunda de "espiritu navideño" o lo que es lo mismo, grandes dosis del más puro "parchorcheo", una importante obsesión consumista por la que al final y pesar de todo terminas dejándote arrastrar y el disfrute de muy buenos momentos familiares, amistosos y sociales en general. Nuestra tradición cultural y el exagerado bombardeo comunicativo al respecto, terminan consiguiendo que te imbuyas de todo esto e incluso que acabes disfrutando y emocionándote con ello.
Con independencia de que seas partidario de San Nicolás, del icono cocacola-americano inspirado en el mismo, Papá Noël o de los Magos de Oriente, o de todos ellos, postura mucho más pragmática en mi opinión si bien más cara, te dejas finalmente arrastrar por esta corriente afectivo-familiar y parchorcho-social, que te trae permanentemente los mejores recuerdos de toda tu vida y sobre todo de aquellas etapas especiales de la misma, como tu propia niñez o la de tus hijos o incluso (supongo) la de tus nietos, quien los tenga.
No dejan de ser días de gran encanto, a pesar del precio de los mismos, en los que todos, creyentes o no creyentes, Papanoelianos o Monarcomágicos, diestros o siniestros políticamente hablando, beatos o civiles, terminamos tarareando melodías propias de la fecha. Con campanillas de fondo o retumbar de zambomba o, incluso, estridor de botella de anís.
Pues bien, la parte triste suele también estos días agudizarse, desgraciadamente . Y este año ésta ha sido el fallecimiento de la madre de unos de los mejores amigos que tengo, con tan desgraciado acierto que el sepelio ha coincidido con el día de "Nochebuena", lo cual ya es en sí una putada añadida, a la terrible faena que supone que se muera alguien querido y cercano, por mucho que los ministros de los creyentes de todas las religiones, se empeñen en que estas faenas deban ser motivo de júbilo para los que afortunadamente seguimos aquí.
Pero por fortuna también, la capacidad de las personas para compatibilizar sentimientos tan dispares como el dolor y la alegría, el duelo y la fiesta, es infinita y si no fuese por el absurdo de guardar un cierto decoro ético contigo mismo, en unos casos y las apariencias, en otros, seríamos capaces de hacer realidad plenamente el dicho de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo". Lo cual puede hasta ser un mecanismo necesario de "higiene" síquica.
Así hoy, entre mensaje y mensaje de móvil, recuerdo con cariño a Genara, esa mujerina morala que representaba un poco el prototipo de la madre, la abuela y la bisabuela de tanta gente conocida y con la que compartes tantos momentos bonitos y, como la otra noche, tristes. Y por otra parte deseo de verdad, que su marcha no les sumerja en la tristeza a mis amigos o al menos, ésta no les capitalice todos sus sentimientos.
Aprovecho por lo tanto esta reflexi-parchorchada para recordar a Genara, a Rafa, al hijo de Fernando, al amigo de mi hijo, a mi compañero Fulgencio, a la madre de mi mujer, a la abuela Andrea, a Lui, a la Tía María, a María Jesús, a mi padre, a los abuelos que Franco no me dejó conocer ... y a tantos seres queridos, cuya ausencia nos va poniendo cada año un poquitín más tristes en Navidad. Por todos ellos ... ¡a vivir y a disfrutar con y de los que siguen estando aquí! Hala... y ya puestos, feliz Navidad a pesar de todo.