domingo, 28 de diciembre de 2008

¡Que susto!

¡Si no lo veo, no lo creo! ¡Peázo de buitre leonado! Increíble. A cualquiera que se lo cuente pensará que se me ha ido la pinza. Pero "puedo prometer y prometo" que lo que voy a relatar aquí es tan real como la vida misma. Yo trabajo en la Farmacia del Hospital "Campo Arañuelo" y gran parte de mis 14 horas de aquellos domingos que me toca "pringar" en el curro, las paso sentado al ordenador, por culpa de un maldito programa de Unidósis, en virtud del cual y aunque parezca mentira , se manda toda la medicación de cada uno de los pacientes y "pacientas" que están ingresados en el Centro, distribuida en tres carros que, a lo largo del día, salen desde la botica hacia las plantas.
Para que esto, aparentemente tan simple, sea una realidad, previamente se necesita pasar al dichoso programa informático todas las indicaciones que ordenan los médicos a diario a todos los pacientes, así como las modificaciones que en ocasiones hacen sobre las mismas, a lo largo de la jornada. Dichas indicaciones médicas suelen venir escritas en una especie de arameo, en copia calcada, de forma que si eres capaz de traducir lo que en ellas pone, muchas veces el problema radica en que no se calcan suficientemente. Una obra de chinos, vaya.
Pues este proceso de traducción y transcripción al maldito ordenador, para que luego éste te dé los listados con los que poder rellenar los carros que parten hacia las Unidades de Enfermería con las medicinas de cada uno de los ingresados, te obliga a estar gran parte del día sentado frente al endemoniado aparato.
Pero, a lo que iba, delante de los ingenios informáticos tenemos unos enormes ventanales que dan al patio interior del establecimiento sanitario. Y para alegrarnos un poco la vista, entre prescripción y prescripción médica, en dicho patio echamos algunas migajas de pan todos los días, que luego recogen los gorriones arremolinándose en el patio a comerlas y así disfrutamos de los graciosos movimientos y piruetas de tan simpáticos animalitos.
Bueno pues hoy le ha dado un jamacuco en una de esas graciosas escaramuzas a uno de los habituales gurriatos,¡pobre!, mira, que penita... ver a aquel pequeño ser despanzurrado boca arriba y con los ojillos vueltos.
El caso es que nuestra pena pronto se tornó en terror.¡Dios, que susto, tú! De repente por encima de la azotea del Hospital apareció un horrendo animal, también alado, de considerable envergadura y con el cuello pelado. Sus alas si no medían tres metros de punta a punta no medían nada. ¡Qué miedo! En mi vida había visto nada igual. El hecho es que el horripilante bicho, tras evolucionar aleteando elegantemente, cogió el gorrioncillo finado y en una habilísima maniobra desapareció elevándose en un tris, tras la cornisa del Centro, tal como había aparecido.
La compañera de turno y yo tuvimos que pellizcarnos con fuerza los carrillos, para convencernos de que no estábamos soñando. No sé si la medicación de los usuarios del establecimiento habrá ido correctamente hoy, porque aún no hemos salido ni del asombro, ni del susto. Y el caso es que no lo ha visto nadie más del Hospital, pues inmediatamente comenzamos a llamar a todas las dependencias de éste para que alguien nos confirmase tan inusual visión.
El problema es que no se qué hacer, pues si llamo a National Geographic no se lo van a creer, lógicamente y además, si se lo creyesen, que lo dudo seriamente, no serviría de nada. Pues la pena ha sido no tener una cámara de vídeo preparada en ese momento o no saber poner con la suficiente agilidad el teléfono móvil en modo de grabación. De todas formas no hubiese dado tiempo, pues el episodio ha sido como una especie de relámpago, intenso y a la vez increíblemente rápido. Creo que llamaré mejor a Iker Jiménez.
Lo que es la crisis, que hace venir en un momento a un soberbio ejemplar de buitre leonado, imagino que desde su atalaya del Parque de Monfragüe, hasta el Hospital de Navalmoral a recoger una miserable pieza que llevarse a la boca. Y por cómo se la ha llevado, seguro que iba a repartirlo con su camada. El miedo que me da es de que cualquier día se tropiece uno y se caiga y, al momento, aparezca un pariente cercano del de esta tarde. ¡Que horror!.