domingo, 30 de diciembre de 2007

Jodía niebla...

Hoy se puede leer en las noticias de actualidad que la niebla no levantó ayer en todo el día de Moralia y yo puedo certificarlo. Las avanzadillas que salieron de casa durante todo el día, me dieron semejante parte meteorológico, pero la verdad es que no le presté demasiada atención hasta que, a eso de las 22 horas, me decidí a salir con Luki. En ese momento recordé la advertencia y, por si acaso, me puse mi disfraz favorito para las noches desapacibles, el de pastor de alta montaña. Así que me enfundé en el anorak de naylon forrado por dentro de piel de borregillo, adornándome el cogote con la bufanda de lana sinfín, que no puedo llevar desenrollada porque me la pisaría, y me coroné mi perola de abundante frente con la chapela de pana, a lo Alvaro de Luna en Herederos, por que al gorro negro de lana de comando de asalto no me atrevo todavía; aunque la verdad es que hay noches ahora que no me vendría mal . Me enguanté las manos con la piel negra igualmente forrada de borregito en su interior, cogí la correa de Luki y las tres o cuatro bolsas de basura, que en estas fechas vienen siendo habitual y me eché a la calle aguantando la respiración durante los primeros momentos, necesarios para aclimatarte a las condiciones climatológicas que concurrían en el exterior.
Al otro extremo de la correa iba Luki, recubierto como siempre de su natural abrigo de lana larga alpina, que cuando llueve o hace niebla de la que moja, sirve de mopa, como ayer. Yo lo único que sé, es que al salir ambos por la puerta de casa, dejé de verle. Sólo veía la correa tirante y suponía que en la punta de la misma seguía el perro, por la forma de tirar de ella. Así que tras depositar las bolsas de basura cada una en su contenedor, que uno recicla y mientras dimos la vuelta de costumbre pensaba : esto es por la Central, sin duda alguna, que es lo que dice todo el mundo en Moralia y nos trajimos en la manta de pelo del chucho la mitad de la niebla que había. Estaba la noche como para que hubiese tenido que pedir fuego a alguien, en el caso de encontrarlo entre la bruma, pues entre ésta y mi disfraz, seguro que en vez de fuego me habría entregado la cartera. Hasta los coches que pasaban de vez en cuando por la Avenida de las Angustias, se nos antojaban al perro y a mí carruajes de caballos con dos farolillos, por medio de London. Si en vez de chapela de pana, hubiese llevado bombín o sombrero de copa, podría haber asegurado que algún extraño fenómeno, activado al abrir las tapas de los modernos contenedores, me había tele transportado a la capital de su Graciosa Majestad.
El caso es que, cuando entramos en casa, tuve que escurrir al perro en el cubo de la fregona, pues de lo contrario toda la casa hubiese sido un charco. Después hasta Internet estaba lento y yo creo que es que con la niebla no encontraba la ruta.